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Voltaire

Bukoswki es lo más genial de lo genial, ¿no? ¿Por qué? Porque… le gusta chupar y pelear… ¡como a mí!

No podría hablar por el resto del mundo, pero en el rincón de tierra que me ha tocado, la idea de autores malditos refiere quienes rechazan valores sociales, encabezan provocaciones peligrosas, son antisociales o despreocupados por las reacciones de otros, y mueren antes de ser reconocidos. Usualmente son celebrados por el sector de la población que está harto de Shakespeare o de Cervantes (odio fundamentado, debido a lo mal que enseñan en las escuelas el porqué adorar a estas figuras en primer lugar).

Y… ¿Por qué me molesta? Porque al elegir autores malditos como lectura de cabecera, se olvidan se las transgresiones que hicieron tantos otros en su tiempo. Las conquistas literarias y filosóficas se resumen a una cuartilla relatando las desventuras de índole sexual, etílica y estupefaciente; el mérito se reduce a cuánto se parece lo que leo a lo que vivo (lo cual es un reclamo en sí mismo: ¿una visión demasiado vanagloriada, quizás?). Pero he aquí el twist: créanlo o no, a las personas inteligentes les gusta chupar, fumar y culear. Es más: si le creemos a ese capítulo particular de Futurama con Kidnappster, toda muestra y exhibición de intelecto surge por la búsqueda universal por verle el ojo a la papa. Pero sólo porque algunos eligen no dedicarse a retratar esto, no significa que lo desprecien.

Y aquí entra el tema por qué REALMENTE me molesta esto: porque termina fomentando la idea de una pared indivisible entre lo sublime y lo vulgar, entre idealismo y pragmatismo, entre Lisa y Bart Simpson. Pensar en autores malditos no hace más que crear una distinción clara, donde los puros van en un rincón y los impuros en otro. Un mundo perfectamente segregado, donde inteligencia es sinónimo de una estaca metida tan profunda en el orto que puedes saborear los pedacitos de choclo no digeridos en tu garganta. Se culpa a la escuela, al Estado y a los dioses en el Olimpo por olvidar al hombre en la calle, pero este tipo de divisiones salen de gente como uno; somos todos parte del proceso.

En un mundo infinitamente complejo y procesal, esto es inaceptable. Hay espacio para todo en el mundo de las ideas, para lo divino y lo cochino. Para empezar, habría que recordar a las audiencias que las grandes obras del canon nunca estuvieron tan lejos de sus propias vidas. Parafraseando a un personaje de Paso a Paso (vaya que ando tevito hoy): “Empecé a leer Hamlet cuando noté que era puro sexo y violencia”. Recuerden lo que les dijo: las estupideces diarias tienen cabida, y con todo respeto, en los topes de puerta de sus abuelitos.

Para terminar, dejo como ejemplo a seguir al pelagatos en la foto principal. Ilustrado y pensador en retrato, cahuinero y con mentalidad de cloaca en papel.

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