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RE: Los números de 2010

Estoy tratando de volver para esta seman. Por mientras, comparto esto que me mandaron los dioses de WordPress:

 

Los duendes de estadísticas de WordPress.com han analizado el desempeño de este blog en 2010 y te presentan un resumen de alto nivel de la salud de tu blog:

Healthy blog!

El Blog-Health-o-Meter™ indica: Wow.

Números crujientes

Imagen destacada

Un Boeing 747-400 transporta hasta 416 pasajeros. Este blog fue visto cerca de 3,300 veces en 2010. Eso son alrededor de 8 Boeings 747-400.

 

En 2010, publicaste 29 entradas nueva, haciendo crecer el arquivo para 45 entradas. Subiste 38 imágenes, ocupando un total de 4mb. Eso son alrededor de 3 imágenes por mes.

The busiest day of the year was 4 de mayo with 50 views. The most popular post that day was ¿Por Qué Tan Mala Onda?.

¿De dónde vienen?

Los sitios de referencia más populares en 2010 fueran mefisto-lakulturadelossordos.blogspot.com, facebook.com, maloshabitus.blogspot.com, lapala.cl y bombaencamino.blogspot.com.

Algunos visitantes buscan tu blog, sobre todo por voltaire, la piojera precios, justice, cosas que me molestan y trainspotting.

Lugares de interés en 2010

Estas son las entradas y páginas con más visitas en 2010.

1

¿Por Qué Tan Mala Onda? agosto, 2009
3 comentários

2

8. La Piojera septiembre, 2009
6 comentários

3

Mi libro de citas abril, 2010
3 comentários

4

10. Autores malditos octubre, 2009
4 comentários

5

28. Jóvenes líderes mayo, 2010
2 comentários

43. Pandas

 

Vea el video para desensibilizarse un poco.

 

Ahora… ¡No los adorables pandas!, dirá el detractor de este blog. Obviamente el autor es un amargado que anda celoso del amor que la humanidad profusa por estas bestias majestuosas. A lo que digo… bueno, introduzco la molestia de hoy.

 

Nos gusta humanizar a los animales, encontrar formas en las que sus formas de organización o supervivencia adquieren facetas extrañamente humanas. Por eso es que en los informes, documentales e investigaciones solemos destacar esas propiedades, tanto de las que somos como de las que deseamos ser: en las hormigas se destaca la socialización en su estructura, o en los bonobos cómo todos los problemas se resuelven con sexo salvaje. Lamentablemente, los pandas comparten con los humanos una cualidad poco recomendable para la subsistencia de la especie: estándares ridículos para una pareja.

 

Los pandas son muy territoriales pero poco para encontrar otra pareja. Cuando sí lo hacen y el panda macho encuentra su alma gemela, tiene que competir con otros machos. Después de pelear, la panda hembra puede darle aceptar al macho victorioso, o puede darle lo mismo y seguir mascando su bambú. Tampoco ayuda que la panda entra en celo solo una vez al año. Si llega a tener crías, solo se enfocará en uno de los bebés, dejando al otro a su suerte. Todas estas cosas suman para hacer del panda la especie menos interesada por su subsistencia en el reino animal. Los zoológicos han tenido que usar varias técnicas drásticas para aumentar la chance de reproducción: videos pornográficos, pastillas para estimular el deseo sexual, y hasta guarderías para criar a los pequeños.

 

El consenso es sencillo: al panda no le gustan los pencazos. Se combate por la protección de la especie y su hábitat, pero se está ignorando que el panda está más que protegido. Les damos un hogar, les damos de comer, les presentamos parejas, cuidamos de sus hijos para que no sientan que tengan que dejar atrás su desarrollo profesional. Lo único que les exigimos es que le vean el ojo a la papa. Y fracasan espectacularmente. Cuando un animal no se toma la molestia de reproducirse y prefiere morir olvidado, tenemos un problema.

 

 

Tampoco ayuda que no parezcan saber como subsistir. Hecho: un panda sigue siendo un oso de ciento veinte kilos. Para sobrevivir con su dieta de bambú, tiene que comer cantidades monstruosas, entre 9 y 14 kilos al día. Como resultado, los pandas tienen un metabolismo demasiado lento, por lo que mantienen un estilo de vida sedentario que les otorga su cualidad pajera y tierna. Tampoco olvidar que un panda no es exclusivamente hervíboro. Al final del día, su biología demuestra que es un animal carnívoro por donde se le mire, pero es demasiado inútil en su rol como depredador. Si quieres falsear este argumento, acércate lo suficiente a uno y disfruta como te raja la cara.

 

El favorecimiento que le damos a los pandas es señal de, como suelo apuntar, una tendencia mayor: cuando interactuamos con el reino animal, dejamos que nuestros prejuicios dominen las razones para preferir uno por sobre el otro. Preferimos a los más tiernos, a los más abrazables, o, en caso de los predadores, a los más bakanosos. ¡Que yindo el peyito!¡Que pulento son los pumas! Estas preferencias siempre están por encima de la función que tenga el animal en el ecosistema. Las defensas no apuntan a los animales feos, fomes o ambos. El panda es grande, adorable y prefiere pasar el día echado de guata; está casi diseñado para que lo adoremos. Por otra parte, no he visto campañas por salvar al pez borrón o el dragón komodo.

 

En conclusión, pitéate un panda. Y como un extra, les arruinaré más animales: Los delfines son infanticidas sistemáticos, los chimpancés prácticas canibalismo ritual con sus crías, y los cisnes son cabrones violentos. Buenas noches.

¿Una ciudad fome se merece una arquitectura ídem? ¿Y que tal un barrio fome? ¿Se merece un montón de construcciones feas, sólo porque no hay nada en medio de la nada?

 

 

Hace un tiempo que están construyendo estos…. ¿centros comerciales? ¿Galerías? Donde vivo. Eso sería el barrio de La Reina, donde los árboles son hartos, los loros son una plaga, los carretes son sí o sí para quedarse a dormir, y de noche la mitad de las calles están perfectamente oscuras. No estoy seguro si pasa en otros lados. ¿Es una hueá de La Reina?

 

Se reconocen porque todas funcionan igual. Estas… cosas siguen un patrón bastante obvio para rellenar sus espacios vacios, tanto que me estoy preguntando si no son la obra de una sola mente diabólica con un odio irracional por el color verde (o cualquier color en realidad). Primero ponen un minimercado. Luego una farmacia. En tercer lugar, un lugar de sushi (como si hubieran tan pocos de esos ahora). Si amanecen de buen humor, algo para tomarse un cafecito al aire libre. El resto de espacios comerciales están libres para improvisar; lo que en la mayoría de los casos se interpreta como que nadie tiene ganas de invertir en un hueco tan aislado del mundo y los ratones se ganan otro cómodo hogar.

 

Todos comparten ese look tan vanguardista que sólo se reserva para los estacionamientos: hormigón del barato, sin ningún arreglo especial, y que ya parece anticuado aunque lo acaben de terminar. Creo que queda clara mi posición: son feos. Ultra feos. No soy el mayor seguidor de las tendencias arquitectónicas, pero hasta yo puedo notar que el gris manchado no una desición que favorece la estética. A veces tenemos suerte y alguien decide arriesgar su carrera para poner madera entre el hormigón.

 

 

La comparación con un estacionamiento no es gratuita, y les juro que meterse en uno de estos es como ese capítulo de Seinfeld que no encuentran el auto. Para este de aquí se consiguieron una licencia especial para transformar la mitad de la vía de Príncipe de Gales (una calle de tránsito alto) en estacionamientos. Si Tobalaba anda extra-jodida en horas punta, ya sabes a quien echarle un poco de culpa extra; o puedes consolarte pensando que alguien consiguió estacionamiento que no necesitaba.

 

Aparecen por todos lados, como un hongo que no quiere morir. A veces se pasan de ridículos: en Carlos Ossandón pusieron uno casi al frente del otro. Están ahí pegados, y la gente se muere por la incertidumbre de si comprar en un OK Market o un Santa Isabel. Y no tengo idea si existirá una demanda real por estos lugares, pero ver la mitad vacía me da la idea de que no.

 

Creo que lo que más me afecta es que son irreconocibles de un montón de cosas más. Se me hacen iguales al gimnasio de un colegio que conozco, a la casa central de una universidad que conozco. Pero por sobre todo, me recuerda al pabellón de Chile en la Expo Shangai (vean los comentarios, vale la pena). Unos amigos más metidos en el diseño andaban horrorizados porque nos querían representar como país con un galpón industrial. Yo no lo tomé tan en serio. Pero ahora que me invaden los galpones industriales, que parece ser la imagen del futuro (¿para que queremos cromo si hay hormigón?) y que los reconozco donde sea que pongo un pie, me lo estoy pensando dos veces.

Quería escribir sobre las zonas VIP de los conciertos, en general. Pero leyendo comentarios por allí y por allá, me dí cuenta de que las  posturas son un poco más complejas que el rechazo absoluto, y que hay gente defendiendo y atacando por los dos lados. Y no creo que sea una coincidencia que nadie que tenga la plata para un VIP se queje sobre ellos. Y como a última hora pude ir al Maquinaria con un precio rebajado (en general, para que sepan), elegí la ruta fácil y me puse a escribir sobre el Maquinaria. Algunas ni siquiera son molestias, en el sentido que le he dado forma. Pero bueh… un poco de trampita. Estas son ideas que me quedaron flotando en la cabeza. Así que voy a jugar a reportero por un rato:

 

1) Primero, sobre el VIP mismo (o en una estrategia de semántica “zona Rock”): encontré que para esta ocasión, usaron una estrategia bastante decente. En lugar de enrejar la parte más cerca del escenario, marcaron un espacio rectangular que cubría una porción de la cancha, a lo largo de los dos escenarios (imaginen un diagrama de Venn con rectángulos). Me pareció una idea sensible, siendo que dejaban oportunidad para agarrar primera fila a la manada; el VIP era esencial sólo si buscabas verlo absolutamente todo en primera fila. Siendo que la gente sigue pagando VIP y no hay razón inteligente para disociar a las productoras de cortarla con esta práctica, aparte de “ESTAN MATANDO EL ROCK CTM” (ver punto 3).

2) ¿Había un propósito para poner unos cubos gigantes con “salida” marcados encima, justo en frente del escenario, aparte de ser maricones y retribuir un poco al valor agregado del VIP?

3) De a poco estoy aprendiendo a detestar los fanáticos tanto como a las productoras. Se horrorizan de que los cerdos capitalistas se caguen el en espíritu del rock and roll, para que después empiezen a anunciar las bandas y peguen el grito al cielo porque “NO CACHO A ESTOS WEONES”, y “YO ESTOY PAGANDO PARA VER A PIXIES/INCUBUS/LINKIN PARK, DEMANDO MIS DERECHOS COMO CONSUMIR Y LA WEA”.[1] Uuuuuh pobrecito, que lo obliguen a escuchar música nueva. El punto entero de estos eventos es traer conocidos y desconocidos, para minimizar el riesgo y traer música económicamente arriesgada. Comparativamente, no es caro, sobretodo pensando en los precios actuales: doce horas de música a 35 lucas versus, por ejemplo, las 30 lucas que están cobrando por al cancha en Smashing Pumpkins. Así funcionan Lollapalooza, Glastonbury, Coachella, Roskilde, etc. Hablando de ellos, la gente se queja de que el lineup es pobre, mientras que estos festivales tienen mil hueones, aparte de tradición. ¿No se les ocurrió que las tradiciones parten en algún lado? Se quejan de que no hay nada así en Chile, pero después nadie lo quiere pagar.

4) Escenarios azul y verde: pésima idea. No había separación, y el escenario verde, tipo cancha, tapaba al menor escenario azul. El loco de Aeroplane quedó emputecido porque no se escuchaba nada de su propia música. O situaciones raras como que se termine No One Knows y al lado hay un rapero que se jura Gunther.

5) ¿Es tan importante que todos y cada uno de los asistentes se crea documentalista y trate de grabarlo/fotografiarlo todo? ¿Y es tan importante subirlo a Youtube, sin importar la calidad?

6) Adoro a Linkin Park. Adoro cada letra obsesionada por el amor que papito nunca me dio, adoro las emociones sinceras tan exageradas que dan risa, adoro que no entiendan el concepto de consonancia y tiren una intro de guitarras rudas para seguir con una balada de tres minutos, adoro que el vocalista se pegue esos saltitos como si estuviera jugando Zelda en la Wii, adoro que haya una mesa en el escenario que tiene la única función de que el vocalista se pare encima de ella. Estuve en Linkin, grité los coros que me eran familiares hasta que perdí la voz. Hola, mi nombre es Nicolás, y soy un fan irónico hardcore de Linkin Park.

¡CANTEMOS TODOS JUNTOS!


[1] No me refiero al asunto del cambio de fechas de RATM, eso si que fue jodido.

40. Vloggers

La gente cool y los menos cool te contarán sobre las maravillas detrás de Twitter y como es por fin un formato de acceso universal, algo así como un Blogger para la persona común (y no voy a mencionar la bomba lógica que esto implica por ahora). Desde el presidente hasta el huelgista mapuche de la esquina tienen su cuenta con variedad de seguidores.

Pero por alguna razón, los medios pasaron por alto la otra forma en que tú, persona X común y corriente, puedes compartir tus opiniones para con el mundo: el Vlog, palabra que es una contracción de Video y Blog. El nombre lo dice todo: en lugar de utilizar texto, el usuario comunica sus intenciones por medio del vídeo, prefiriendo lo presencial al esconderse detrás de palabritas. Si te has metido en Youtube alguna vez, los habrás visto. Fíjate en los anuncios de la esquina superior derecha. Solo requieres de una cámara de captura digital (que cualquier notebook tiene), una cuenta a Youtube y ganas e compartir tus puntos de vista con el resto de la comunidad.

¿Suena interesante? Pues no lo es. En la práctica, la persona ordinaria (me incluyo) no tiene opiniones que podría llamar reveladoras. Tampoco tiene conocimiento formal de edición de video. Y peor todavía, pocos demuestran interés crear un producto terminado y accesible. Hay una diferencia entre saber editar video y tener el sentido común de no subir algo que contiene tres minutos de peleas con el micrófono, o de preensayar lo que se quiere decir. El resultado suele ser un video de diez minutos, repleto de errores básicos y de luchas por sacar por delante lo que se busca decir, en un formato que obliga a estar pendiente 10 minutos para extraer una información que podría haber sacado en 2 minutos leyéndola. Por eso me alegro de que el vlog nunca haya pegado tanto entre los hispanoparlantes.

Pero entre los anglos, el vlog es terriblemente popular, y cientos de videos nuevos se suben a la meca Youtube, con espera de ser recibidos y adorados. ¿Qué, no lo mencioné? Al parecer hay un montón de gente que busca (y consigue) ser celebridades en Internet. Los seguidores se suscriben por montones, algunos incluso dan el paso siguiente y realizan donaciones. Grábatelo en la cabeza: en este mundo hay personas que hacen plata por subir videos de 10 minutos (que prepararon en 20 minutos). Hay conflictos, y los usuarios interactúan entre sí, respondiéndose unos a otros en vlog, creando una fuente infinita de información. Y, al igual que los realitys, este tipo fama es independiente de cualquier tipo de talento individual real.

En corto, en este mundo hay gente que está recibiendo crédito y fama  por hablar hueás frente a una cámara, sin nada extra que puede ser interesante. Y la gente los sigue. Y yo no entiendo por qué se siguen. ¿Videos de gatos haciendo tonteras? Apela a la ternura por proximidad, perfecto. ¿Personas destruyéndose los testículos? ¿Chicas ligeras de ropa? El menor denominador común, por supuesto. ¿Gente hablando (a menudo mal y micrófonos terribles) sobre lo que les pasó en la fila del McDonalds? No, no entiendo cual es la gracia, y no quiero saberlo. Y tampoco entiendo a este hueón que se enpelota y hace una imitación de Batman para darnos su opinión sobre el rap:

Sentí que como tenía dos molestias nacionales, podría lanzar una trilogía bicentenaria. Veamos que tal.

¿Podemos cortarla de una vez con la cuestión de ser un país al borde del mundo? Cada vez que hay que explotar la retórica polítiquera, o enorgullecerse de la película made in chilito que se asoma por algún festival internacional, o justificar la ignorancia en actualidad internacional, se acude a la frase “al borde del mundo”, o “el culo del mundo” para los más pícaros y/o autodespectivos. Cada vez que hace falta destacar el espíritu humilde del aporte chileno frente a un globo complejo y diverso, la repetida frase aparece. Una, y otra vez.

Salvo que tiene más bien poco sentido. Por un lado, hablar de distancias geográficas en un mundo globalizado estaba bien cuando los conquistados españoles se rompían la cresta en la cordillera, pero tiene su poco de excusa en el siglo XXI: tenemos Internet, diplomados, la series llegan subtituladas con entre una semana y un mes a atraso, todos aman a Nike, al Starbucks y a la Coca-Cola. Okey, obviamente una parte no menor de la población se ve aislada de estos beneficios, pero por eso me quedé en el marco del discurso mayor. Y es cierto que para traer insumos materiales (tecnologías, ropa de última temporada) sí hay algo que afecta. Pero no tiene tanto que ver con estar en Chile y tiene más que ver con un mercado homogéneo y un consumidor aburrido. Si son autos o Ipads, ahí si que llegan rápidos.

Por el otro, hay montones de otros países que les toco el vale otro en la lotería geográfica: Groenlandia y Dinamarca se las arreglan para aportar al mundo, y Japón es un oasis de cuestiones rara que siempre consigue llamar la atención. Buenos Aires está también más o menos apartado, quizás no a lo chileno, pero igual se manejan con ser una capital de renombre en algo. Y tendrán al Atlántico de su lado, pero el viajecito no es corto.

¿Qué es lo que estaría deteniendo al espíritu chileno? Pues en su mayoría serían los mismos chilenos. Y esas viejas que gustar hablar de lo penca que es Chilito y lo increíble que son otros países, pero nunca se largan sí, como la canción). En el fondo deben saber que no aportarían nada. Y pueden mencionar cuantas veces quieran el tema del culo geográfico, pero al final si un chileno no destaca es porque a los otros chilenos no les interesa apoyar sin una ganancia segura.

38. Chilenidad

Como estamos cerquita del dieciocho, me toca hacer mi aporte para destruir la moral. Además lo medio prometí la última vez.

Como practicante de las ciencias sociales, me amurra cuando me roban la pega. Cualquier opinólogo designado puede desenvainar un diagnostico (o más terrible aún, una radiografía) sobre la sociedad y sus ciudadanos, sin levantarse de su silla de escritorio. Cualquiera puede, y cualquiera lo hace. Hay toda una historia de preguntar por la identidad al intelectual de la esquina y al artista, en lugar de espiar lo que hacen los investigadores con el coraje de estudiar seriamente lo que hace la sociedad. No podría prometer un trabajo de mejor calidad o una respuesta absoluta, pero al menos ellos no se sacan las respuestas del hoyo.

Por eso es que nunca me compré la idea de chilenidad, o el concepto de que existen propiedades -más faltas que aciertos -que son propios del homo chilensis. Es sabido en un nivel teórico que Chile (y la mayoría de Latinoamérica) tiene serios problemas para sintetizar una mirada identitaria. Culpen a los españoles, a los mestizos, a los aristócratas, lo que sea: el punto es que se sabe más bien poco lo que somos. Por eso, resulta bastante fácil agregar un adjetivo más a la lista de características y hacerlo pasar por ser entero de profundo. Y eso es lo que veo seguido y me hace perder fe en las cualidades de escritores, documentalistas y demases. Porque es un ejercicio con poco valor.

“El chileno solidario”, o “el chileno siempre arribista”, presentados así, son conceptos vacíos, como cuando los gringos hablan de libertad para lanzarse sobre Irak. Son conceptos vacíos que, en el hambre por el conocimiento propio, se aceptan sin segundas vueltas. No existe un análisis profundo, ni datos estadísticos que corroboren la información, ni un contraste observable con la realidad que salga más allá del ejemplo extremo; lo que vimos durante el terremoto NO ES la totalidad del ser chileno. Las respuestas a estas palabras sin fundamento quedan en el asentimiento con la cabeza y el “chucha, si así somos”. Cuando el columnista importante quiere asegurar un punto de su diatriba sin comparar datos existentes, recurre a describir ese carácter chileno que todos conocemos (guiño guiño); cuando los guionistas se ponen demasiado flojos como para crear personas desarrolladas, interesantes, con fallas y virtudes, recurren a pegotear características discordantes –ojalá las más negativas posibles –y lo hacen pasar como shúper shileno.

Y creo que sería ese último ejemplo el que mejor demuestra mi molestia por el tema. Una y otra vez estas radiografías superficiales niegan la más terrible de las posibilidades: que definir a la gente es más que notar de que país vienen. Que, más allá de la chilenidad, cada individuo es una suma y mezcla de experiencias, opiniones y situaciones, y cada situación es complicada y compleja. No quieren oír nada de esto; los adjetivos fáciles y las caricaturas son más fáciles de manejar. Por lo menos, no discriminan contra hacerlo con otras naciones: si le creerá a la tele, diría que todos los chinos viven en chozas de bambú y todos los africanos andan disfrazados de guerreros Zulu. Háganme un favor y escupan a los medios simplistas.

37. El Sábado nº624

El suplemento El Sábado del Mercurio es parte de mi rutina del fin de semana. Como tenemos suscripción en la casa, siempre tengo el último número en mi regazo, y siempre acabo leyéndolo con o sin interés. La calidad misma de los reportajes salta de un extremo a otro: por un lado, su cobertura de la vida post-terremoto me pareció excelente. O también los apartados que tratan temas internacionales, que suelen ser ignorados por los noticiarios. Por otro lado, tenemos números como los de ayer, que me descolocan lo suficiente como para describirlo en el blog.

Los reportajes se dividen en “lo que fuimos”, lo que somos”, y “lo que seremos”. Para ser breves, me remitiré a los puntos más bajos; “lo que fuimos” está decente. En “lo que somos” tenemos un reportaje post-terremoto, que mencioné que estaba bueno. Cuando lo sacaron, en la edición especial. Es un buen reportaje, pero un copy-paste ya me da malas vibras.

La segunda parte es… un bestiario chilensis. Guao. Este tipo de radiografías es de lo peor, y cada vez que el Sábado saca una nueva, sé que, en algún lugar, un estudioso de la sociedad sufre un ataque de histeria. Son clasificaciones sin ninguna base ni sentido, que cualquier ocioso puede inventar en cinco minutos basándose en sus conocidos. Después se trata de argumentar que existe gente así, como en un libro de pintar por colores. ¿Es usted Neonerd, Foodie, Huasolais? Probablemente no, pero la tentación del “¡Yo soy así”! es demasiada.

Para la reflexión acerca de “lo que seremos”, se nos presenta un manual de Carreño 2.0…no, perdón, “Manual D Krreño”. Excelente. El autor nos otorga consejos tan vitales como usar el ringtone más fome posible, poner cara de poto en el perfil de facebook o el uso de apócopes, acrónimos y siglas en Twitter. Se nos recomienda discresión en toda situación posible, fidelidad y educación. Esto no suena tan mal: será mejor que saqué esa foto mía en Facebook montando un cocodrilo y alzando una Kross al aire. En verdad no quiero extenderme más en esto.

Pero no todo es chacota en este número. Para «el hombre del tricentenario», el autor se pone las pilas y realiza una admirable compilación multidisciplinaria, con nombres como Esteban Calvo (sociólogo), Pablo Guerrero (ingeniero civil electricista) o Rodrigo Tisi (arquitecto). Las distintas fuentes se contrastar e hilvanan un relato de las transformaciones que Chile adaptaría al llegar al Tricentenario. Tanto esfuerzo por conseguir una visión fundamentada del futuro paga cuando el autor utiliza, como marco de referencia, un retrato futurista.

¿En serio, El Sábado? ¿Esa es la ruta que vas a elegir? Porque tenía la impresión de que este tipo de visiones dejó de tomarse en serio hace 40 años. Acá prefieren ignorar eso y presentarnos un diagrama del barrio del futuro, abrazando todos los tropos asociados al futurismo más patéticamente optimista, con joyas como pastillas de comida o microchips de rastreo. Y por sí no se notó por el tono, encuentro todo esto más cursi que la cresta.

Viéndolo de otra forma, quien escribió esto tiene que tener unos huevos bien duros como para presentar frases tales como “en vez de televisores habrá hologramas o lentes”, o “labores como la de una nana serán reemplazadas por robots” con una cara completamente seria. Aplaudiría este ejercicio retrofuturista si no fuera tan imbécil y desmotivado.

Tl;dr El Sábado de este sábado es un ejercicio de flojera, intentando canjear información y reflexión por el nebuloso concepto de “chilenidad” (que me guardo para la semana del diesiocho)

36. Enanos de Claro

Estaba recordando los orígenes de este blog, cuando era un jovenzuelo con sueños de ser el Charlie Brooker chileno. Pensé en cómo llegué al título que me haría famoso, y en el logo que me serviría de mantra durante el siguiente año. En esas fue que percibí algo que no andaba bien: la parte de “quejarse” la tengo en el bolsillo; pero la parte de “tonterías que nadie percibe” me está fallando, con temas como los medias y la política que interesan a un público consciente. Para corregirme, se me ocurrió escribir de algo lo bastante insignificante como para que nadie simpatice mucho. Digamos que es una vuelta a mis raíces.

Como dije, no soy muy de ver televisión. Eso no significa que en tiempos muertos no la prenda. O a veces alguien más me pide que la ponga, para ver las noticias, dejándome vulnerable a la basura que no quiero ver. Los comerciales son lo peor: un desfile de poca creatividad, cancones robadas y demandas por comprar cosas que no necesito y que no tengo plata para. Podría estar escribiendo todo el día sobre comerciales malos, yo creo. Ya se en que basura quiero gastar, gracias. Pero por alguna razón, esos comerciales de Claro siempre me dejan un sabor extra rancio en la boca.

Primero eran esos en blanco y negro donde salía gente famosa o casi famosa. Pero para el Día del Niño, se les ocurrió poner a un pendejo que no tiene ningún chiste o procedencia, haciendo poses top tipo Benjamín Vicuña, haciéndose el bakán y recordando a los papis que él ya está grande y merece su propio súper celular claro (¡y con helicóptero de palo de regalo!). Patético. No me imaginaba que podría ser peor. Debo tener poca imaginación comparado con los maestros marketeros.

La segunda enana, la de Mi Primera Banda Ancha, es peor. Con una voz proto-pelolais no recomienda, DEMANDA que el papi no la considere como cabra chica (¿tenemos argumento para esto?), y que en su autoridad como casi-adolescente requiere de: 1. Mesada más decente; 2. Quedarse sola en la casa; 3. Invitar amigas a la ídem; 4. No más rosado; y por último 5. Dame banda ancha (y TIENE que ser Claro).[1] A continuación nos recuerda que es la más popular en la clase, lo que le permite atribuirse poderes omniscientes por sobre sus padres y recibir sus regalos… quiero decir derechos divinos. Con esa justificación final me cagó el escrito… excepto que no.

Pendeja: ¿A quien le hai ganado? No capto exactamente a quien va dirigido el comercial, si a las niñas para que aprendan a exigir cosas que no necesitan, o a los padres para que teman que sus niñas ya no los quieran. Salvo la oferta de internet ilimitado para sitios educacionales y hueá, dudo que sea el caso de lo segundo. Solo me queda la imagen de una pendeja que exige derechos de adulto haciendo básicamente como una pataleta. Mi lado más loco se la imagina en 15 años más, maraqueando como una experta.

ESTOY VIEJO Y QUE 😛

PD: Acabo de pillar la franja de la SERNAM. La intención es buena y todo, pero de veeeeeeeeeras no creo que esas cosas se enseñen en un spot.


[1] Puse la tele exclusivamente para poder copiarlo textual. Ahora dan Infieles, que no sabía que seguía y que me tinca que se acabaron las ideas hace rato: ¿Cultistas? ¿Suegras peleando por un consolador? ¿En serio, Chilevisión?

35. Teleseries

Con un poquito de orgullo digo, cuando me preguntan en materia de teleseries, que la última cosa que vi con algún intento de seriedad o continuidad fue Amores de Mercado. Orgullo por el ridículo sentimiento de superioridad que nos invade a los que nos manejamos por la vida con el mínimo contacto posible con la televisión.

Para empezar, los trailers. Odio como año tras año montan artilugios distintivos con trucos locos de cámara y situaciones dispares, para que el producto final sea lo mismo: cámara singular, un escenario, gente hablando encima con música de fondo a menudo robada de producciones harto más entretenidas. Para el tonto que no está acostumbrado a esto, se siente como un engaño. Me ofrecen algo que no es.

Pero más que eso odio a los personajes que me obligan a seguir, a sus relaciones vápidas y sus relaciones insípidas. Cuanto tengo la oportunidad de preguntarle a gente inteligente que me explique de forma racional qué los hace seguir las teleseries (y los realitys, de paso), la respuesta con que me salen más seguido es que quedan obsesionados con saber qué pasa con los dramones de los personajes. Intenté verlo de esa manera, y no me funciona nada. Los personajes no me agradan o desagradan, solo interactúan sin un desarrollo o caracterización, conversaciones fomes de gente que preferiría ignorar si me agregar a Facebook. Para mí, tan sólo consisten en actos consecutivos, sin un contexto que me den las ganas de seguir lo que pasa. Si es para vivir sin contexto, entones prefiero ver Yingo. Contexto: TETAS Y POTOS, sin tener que racionalizarlo mucho.

Pensando ya en explicaciones más cabezones, me inspiré con la presentación del libro ¿Existen individuos en el sur? Danilo Martuccelli dijo inexactamente: “En Latinoamerica la capacidad narrativa está por encima de la introspección”. Dada la tradición oral, importa más el relato de eventos consecutivos. Quizás también supera a la necesidad de coherencia interior que usualmente se demanda en la ficción; esto es, la necesidad de que el mundo ficticio que se nos presenta debe ser creíble para la audiencia, desde la creación de personajes que validemos como humanos hasta la plausibilidad de las situaciones.

Incluso en las historias más fantásticas esto es cierto: en las historias de Asimov las tres leyes de la robótica son inquebrantables, en el universo de Harry Potter todo conjuro A produce el efecto A’[1]. Hasta en la lucha libre los combos, patadas y chupapotos se enmarcan en un relato mayor, un desfile de relaciones y traiciones que sus seguidores reconocen y responden, con tragedias que Shakespeare aprobaría. Las teleseries, en mi opinión, buscan esto sólo en un nivel secundario.

Otros países manejan esta carencia con mejores soluciones: Brasil tiene los valores de producción impresionantes y la historia social; Argentina hace guiones que, quien lo diría, son en efecto buenos; Venezuela y Colombia juegan con sus exageraciones y extravagancias para crear obras maestras del placer culpable. En serio, he sacado más entretención de Mujer, rompe el silencio que de cualquier producción nacional.

Pero parece que los ratings ya no son lo que eran, y las teleseries no son el tema obligado de la conversa mañanera. A lo mejor las nuevas generaciones empiezan a compartir mi aburrimiento con las teleseries. A lo mejor prefieren el sinsentido absoluto de gatos saltando en cajas de cartón y personas cayéndose que ofrece Youtube. O a lo mejor descubrieron que las tragedias suyas y de sus amigos dan mejor material que cualquier idea televisada.


[1] Si me equivoco en esto, corríjanme. Lo que se de Harry Potter, sólo lo se por osmosis cultural.