
El suplemento El Sábado del Mercurio es parte de mi rutina del fin de semana. Como tenemos suscripción en la casa, siempre tengo el último número en mi regazo, y siempre acabo leyéndolo con o sin interés. La calidad misma de los reportajes salta de un extremo a otro: por un lado, su cobertura de la vida post-terremoto me pareció excelente. O también los apartados que tratan temas internacionales, que suelen ser ignorados por los noticiarios. Por otro lado, tenemos números como los de ayer, que me descolocan lo suficiente como para describirlo en el blog.
Los reportajes se dividen en “lo que fuimos”, lo que somos”, y “lo que seremos”. Para ser breves, me remitiré a los puntos más bajos; “lo que fuimos” está decente. En “lo que somos” tenemos un reportaje post-terremoto, que mencioné que estaba bueno. Cuando lo sacaron, en la edición especial. Es un buen reportaje, pero un copy-paste ya me da malas vibras.
La segunda parte es… un bestiario chilensis. Guao. Este tipo de radiografías es de lo peor, y cada vez que el Sábado saca una nueva, sé que, en algún lugar, un estudioso de la sociedad sufre un ataque de histeria. Son clasificaciones sin ninguna base ni sentido, que cualquier ocioso puede inventar en cinco minutos basándose en sus conocidos. Después se trata de argumentar que existe gente así, como en un libro de pintar por colores. ¿Es usted Neonerd, Foodie, Huasolais? Probablemente no, pero la tentación del “¡Yo soy así”! es demasiada.


Para la reflexión acerca de “lo que seremos”, se nos presenta un manual de Carreño 2.0…no, perdón, “Manual D Krreño”. Excelente. El autor nos otorga consejos tan vitales como usar el ringtone más fome posible, poner cara de poto en el perfil de facebook o el uso de apócopes, acrónimos y siglas en Twitter. Se nos recomienda discresión en toda situación posible, fidelidad y educación. Esto no suena tan mal: será mejor que saqué esa foto mía en Facebook montando un cocodrilo y alzando una Kross al aire. En verdad no quiero extenderme más en esto.
Pero no todo es chacota en este número. Para «el hombre del tricentenario», el autor se pone las pilas y realiza una admirable compilación multidisciplinaria, con nombres como Esteban Calvo (sociólogo), Pablo Guerrero (ingeniero civil electricista) o Rodrigo Tisi (arquitecto). Las distintas fuentes se contrastar e hilvanan un relato de las transformaciones que Chile adaptaría al llegar al Tricentenario. Tanto esfuerzo por conseguir una visión fundamentada del futuro paga cuando el autor utiliza, como marco de referencia, un retrato futurista.


¿En serio, El Sábado? ¿Esa es la ruta que vas a elegir? Porque tenía la impresión de que este tipo de visiones dejó de tomarse en serio hace 40 años. Acá prefieren ignorar eso y presentarnos un diagrama del barrio del futuro, abrazando todos los tropos asociados al futurismo más patéticamente optimista, con joyas como pastillas de comida o microchips de rastreo. Y por sí no se notó por el tono, encuentro todo esto más cursi que la cresta.
Viéndolo de otra forma, quien escribió esto tiene que tener unos huevos bien duros como para presentar frases tales como “en vez de televisores habrá hologramas o lentes”, o “labores como la de una nana serán reemplazadas por robots” con una cara completamente seria. Aplaudiría este ejercicio retrofuturista si no fuera tan imbécil y desmotivado.
Tl;dr El Sábado de este sábado es un ejercicio de flojera, intentando canjear información y reflexión por el nebuloso concepto de “chilenidad” (que me guardo para la semana del diesiocho)